La “red”, dicen algunos, pone en cuestión el uso del libro y la necesidad de acudir a estos para obtener información relevante. Esto es por el hecho de que un simple “clic” nos permite acceder a más información de la que somos capaces de procesar.
Cuando “navegamos” se activan unos
mecanismos distintos a los que se movilizan cuando nos adentramos en las
narraciones y reflexiones de las páginas de un libro.
En internet creo que es el filtro,
en el mejor de los casos, el mecanismo que utilizamos. Accedemos a una
información en “bruto” y seleccionamos la que consideramos a nuestro juicio
relevante, conforme a unos objetivos más o menos predeterminados. Y, en muchas
ocasiones, el exceso de información, muchas veces contradictoria y superficial,
ponen en cuestión la relevancia de la misma y nuestros propios objetivos. En
definitiva, el exceso de información se traduce en desinformación. La capacidad de elección y de filtro de esta
será la que nos permitiría hacer un uso relevante de la red.
¿Dónde queda aquí la reflexión
profunda y la creatividad? A veces me da la sensación de que las conclusiones
que generamos son la suma desordenada de las conclusiones desordenadas de otros.
Sin embargo, ¿Qué ocurre cuando
nos adentramos en un libro impreso?
Además de la vigencia y atractivo
del formato papel, el libro nos permite, no solo llegar a las conclusiones de
diferentes autores e historias o a informaciones superficiales y parciales,
sino que fomenta una atención crítica a la argumentación y reflexiones que
han hecho llegar a estas conclusiones en el caso de ensayos. Pero también las
reflexiones profundas y la relación de las ideas que surgen en una buena novela
en relación con la propia experiencia de vida. Lo cierto es que un libro,
siempre deja una huella más profunda, siempre nos acordaremos de las ideas y
sensaciones que nos han surgido tras leer un libro.
Autores como Nicholas Carr lanzan
la pregunta ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?, este considera
que el Internet “fomenta el picoteo rápido
y distraído de pequeños fragmentos de información de muchas fuentes”
respondiendo según este a una “ética
industrial, de velocidad y eficiencia”, fomentando un pensamiento
superficial, convirtiéndonos como este autor afirma en una especie de “malabaristas”. El libro impreso, sin
embargo, fomenta “nuestra atención,
fomentando el pensamiento profundo y creativo”.
Estas dos semanas, tenemos dos
sesiones denominadas “libros para compartir”, tenemos la oportunidad por ello
de reconciliar dos instrumentos que por los argumentos expuesto aquí parecen
irreconciliables.
El balance del primer día de
estas sesiones literarias ha sido muy bueno, como si de un grupo de discusión
se tratara, se iba formando un discurso con una impresionante lógica, donde los
compañeros sacaban a la palestra su libro en el momento que el “debate” lo
pedía y defendían su vigencia en la sesión y en la actualidad. Pero también expresaban
las sensaciones y conclusiones relevantes que extrajeron de los mismos.
Es paradójico y a la vez
apasionante que plataformas como la que hemos creado entre todos en esta
asignatura, nos permitan ahora compartir libros que de alguna manera y por
causas más o menos “profundas” nos han marcado. Y no solo los libros, sino
también las reflexiones que nos han suscitado estos.
Este es el ejemplo perfecto de
que Internet es un instrumento que, como todos, su “bondad” depende del uso que
se haga de él y no del supuesto mal intrínseco que le atribuyen las voces más reacias.
No debemos prescindir de un instrumento, sino que debemos reconsiderar el buen
uso del mismo con el fin de que este sea tan solo eso, un medio que nos ayude en
nuestro proyecto académico pero también de vida.
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