Las sesiones de la asignatura
siempre comienzan con una cita. En respuesta a la pregunta del porqué, no hay
una respuesta única pero la mía es por el efecto que surge en nosotros, lo que se
puede denominar como “silencio activo”.
SILENCIO porque mientras suena la cita de la voz del profesor el
grupo se suma a un absoluto silencio a pesar de llegar muchas veces de forma
agitada, de otras clases, de nuestras casas, de nuestro trabajo, del pasillo,
de la cafetería, del servicio, de la pila, de la guagua, de estar con la novia,
con los amigos, con la familia… cada uno deja lo que quiera que estuviera
haciendo y se suma a escuchar lo mismo en un determinado momento. Y este
silencio no se lleva a cabo tanto por el acto de autoridad del profesor sino
por la ilusión con la que este ha seleccionado una cita para exponérnoslas y hacérnosla
llegar y por la ilusión de participar en este silencio, un “silencio
participativo”.
Por lo que es también ACTIVO, porque normalmente o al menos
en mi caso, cada uno reflexiona y filtra dicha cita con sus propias
experiencias de vida, con posibles inquietudes, con diferentes recuerdos, con
las expectativas de futuro, con aspectos vistos o previstos para ver en clase,
con una posición crítica, o con una posición creativa. Entonces dicha cita no
se absorbe sin más sino que cada uno de nosotros pone algo, participa, aunque
sea de forma introspectiva y no se exprese, pero dicha cita nunca cae en vano.
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