lunes, 25 de noviembre de 2013

Actor de mercado y actor social ¿Nuevo dualismo del ser humano?

Libro: "La crisis del capitalismo Global". La sociedad abierta en peligro. George Soros


Aunque en un primer momento mi intención era, al igual que la mayoría de mis compañeros compartir una novela, me he decantado por un ensayo que he tenido la oportunidad de leer este curso gracias a otra de las asignaturas.

Además de por la coincidencia con la materia de la asignatura, me ha parecido relevante el cuestionamiento de la metodología en las Ciencias sociales, pero también la lectura que hace el autor de la actual realidad global teniendo en cuenta la condición de su peculiar autor, ya que este es uno de los mayores especuladores financieros de la historia.

Soros es deudor confeso de la filosofía de Karl Popper, y como tal, este libro se podría catalogar como la renovación y aplicación, a la nueva realidad global, de los planteamientos filosóficos de Popper.

Rescatando la idea principal de Popper de que no existe un enunciado universal y absoluto sino solo enunciados provisionales (validos mientras no sean refutados) y reconociendo la solución metodológica que aporto para el mundo científico la “falsabilidad” de Popper, donde todo enunciado científico debe ser susceptible de refutación para ser considerado como tal.

Soros, se da cuenta de que, además, para el caso de las ciencias sociales y para la economía en particular, falta algo.

Para encontrar que falta, trasciende al campo de la filosofía y se ocupa de la relación entre conocimiento y realidad, donde presentará el marco conceptual en el que basa su análisis de la economía global pero que también constituirá su interesante teoría de la historia, favoreciendo el entendimiento, que no predicción, de todo fenómeno humano.

Dos conceptos aparecerán a lo largo de toda la obra como dos caras de la misma moneda: reflexividad y falibilidad.

El principal concepto es la “reflexividad”, que entiende que, al contrario que en los fenómenos físicos o naturales, donde el sujeto pensante es pasivo y afirma o rechaza un enunciado de acuerdo a los hechos observados. En todo hecho social, nuestro pensamiento sobre ese hecho influye activamente en el mismo, esto es en los hechos sobre los que pensamos y participamos, por lo que ni los hechos ni lo que pensamos sobre los mismos, vuelven a ser los mismos. Existe una relación bidireccional e inseparable entre pensamiento y realidad.

Esto introduce un elemento de "indeterminación", las acciones se basan en juicios o sesgos y no en el conocimiento de la realidad, por lo que las expectativas no tienen por qué coincidir con los resultados. Si los resultados responden a las expectativas se refuerza el sesgo, si no, se debilita. Esto plantea un futuro abierto, contrario a toda teoría determinista de la historia, lo que cuestiona por otro lado la capacidad de predicción de los fenómenos sociales.

Se hace necesario por ello, introducir una categoría adicional: “los enunciados reflexivos cuyo valor de verdad depende de la repercusión sobre los hechos a los que se refiere dicho enunciado”. Pues la realidad existe, pero incorpora un pensamiento humano intrínsecamente imperfecto que hace que sea imposible explicarla y predecirla, por ello debemos tratar al pensamiento como parte de esa realidad. Dirá Soros que, por ejemplo, a diferencia de la ciencia, una hipótesis financiera no tiene por qué ser verdadera para ser rentable, es suficiente con que llegue a ser generalmente aceptada.

En la otra cara de la moneda y sujeta a la idea de reflexividad tendríamos la “falibilidad”, que entiende que por la relación bidireccional entre pensamiento y realidad nuestra comprensión del mundo es intrínsecamente imperfecta, es decir, existe una falta de correspondencia inherente entre pensamiento y realidad, un sesgo. Estos conceptos contradicen toda idea que pretenda ser absoluta, nadie está en posesión de la verdad.

Es curioso como en la metodología de las CCSS, como hemos podido aprender en asignaturas de esta naturaleza, la reflexividad se suele presentar como  “problema de endogeneidad”, y se intenta evitar por diferentes métodos ya que se intenta buscar relaciones de causalidad exógena como si de un fenómeno físico se tratara. Soros convierte el principal problema metodológico de las ciencias sociales en motor de la historia. El sesgo (otro elemento del que se intenta alejar el investigador social), esto es la divergencia entre pensamiento y realidad, se convertiría así en el criterio que se tiene en cuenta, por la ausencia de conocimiento, en toda acción humana.
  
Y por último nos encontramos el concepto de “Sociedad abierta”. Popper presentaba su concepto de sociedad abierta en contraposición a los monismos nazi y comunista de la época. Pero Soros se da cuenta de que uno de los elementos esenciales de la sociedad abierta, la economía de mercado, en su desarrollo, se ha basado en unos postulados que pretenden ser también universales, llegando a la conclusión de que estos postulados son igual de peligrosos que cualquier totalitarismo.

El marco conceptual adoptado por Soros, por su propia lógica, es profundamente crítico con los conceptos de la economía ortodoxa, que como de un fenómeno físico se tratara, se basa en el equilibrio de mercado, en la fe de que la suma de intereses individuales garantizaría el interés común, y en que toda intervención exógena va en contra de la tendencia al equilibrio, así, los “fundamentalistas” luchan contra toda intervención en la economía. Esto es lo que el autor llama “fundamentalismo de mercado”.

Y es aquí donde surge la relevancia de Soros, este es capaz, a pesar de su éxito dentro del campo financiero, de cuestionar los principios más básicos en los que se basa la economía de la que tanto se ha beneficiado. Para ello, trasciende del marco conceptual ortodoxo para mandar un mensaje claro: “El mercado es intrínsecamente inestable” y es necesario una regulación a nivel global para evitar su propia auto-destrucción.

Los valores del mercado se han expandido además a todos los ámbitos humanos, en palabras del autor a “ámbitos que no les son propios” y se ha aceptado con naturalidad que todo se puede expresar en términos monetarios y transaccionales. Se ha adoptado como “ídolo” al dinero, y toda la acción humana estaría enfocada a alcanzar el éxito en términos monetarios y hasta las acciones más altruistas se pueden expresar en términos monetarios, por ejemplo a través de donaciones.

Todo esto ha sido posible, dirá Soros por la ineficiencia del “sector no mercado”. Esto es el sector social, cultural y político, donde señala el peligro de la ausencia de ciertos valores colectivos globales, es decir apunta a la ausencia de una sociedad global que dé respuestas adecuadas en su regulación a una economía global. Soros por el contrario, lo que plantea es la “sociedad abierta” como “ideal” o “referente” que permitiría tener una postura crítica, creativa y creadora.

Uno de los planteamientos más potentes del libro es la propia adopción de falibilidad como valor universal y sociedad abierta como ideal al que tender, no como proyecto realizable. La clave de presentar a estos como tal, erradica en la propia naturaleza neutral de estos conceptos. La lucha contra ideas universales, contrarias a la sociedad abierta, postulando otra idea universal puede parecer contradictorio, pero la clave es que esta idea universal se basa precisamente en el reconocimiento de que no existen ideas absolutas, ni conocimiento perfecto.

Esto lo traslada a la propia lógica de las reglas e instituciones, también globales. Partiendo de que todo conocimiento es imperfecto, toda construcción humana también lo es, entonces la lógica que debe premiar en la mejora o creación de nuevas instituciones y/o reglas es de prueba y error. Solo reconociendo que nuestra comprensión y por lo tanto toda construcción humana es intrínsecamente imperfecta estaremos atentos a los errores y dispuestos a mejorar, con un espíritu crítico y creativo las reglas, instituciones y con ello la gobernanza a nivel global, en definitiva tender a una sociedad susceptible de continua mejora, una “Sociedad abierta”.

Una de las críticas que se le puede hacer a Soros es que de alguna manera exculpa al actor del mercado en su maximización de beneficios, y al mercado diciendo que es intrínsecamente inestable y traslada toda la responsabilidad al ámbito de lo político, traslada toda esa culpa a la ineficiencia del “sector no mercado” por no estar a la altura de la realidad global, afirmando que se necesitan de decisiones colectivas que regulen y prevean las consecuencias negativas del mercado. Solo la decisión a cumplirlas es individual y por ello es excusable toda acción de mercado porque si no se aprovecha él lo haría otro, la moral en el mercado es para Soros un estorbo.

Se presenta así casi como una víctima más que se ha visto “obligado” a actuar como máquina maximizadora de beneficios sin escrúpulos y sin límites, ya que los límites son responsabilidad de “otros”, del sector no mercado.

Apunta así a una especie de dualidad del ser humano, una vertiente de mercado, donde su comportamiento y criterio es la maximización de sus beneficios sin atender a consecuencias, aséptico a toda responsabilidad social.

Y la otra vertiente como actor social, que se preocupa por los intereses sociales y donde deberían premiar valores de carácter colectivo. En algún momento incluso afirma que la lógica que debe premiar en las decisiones colectivas es la del interés común, aunque vaya en contra del interés particular. Se enfrenta así, a uno de los principales problemas de los fenómenos sociales, esto es la acción colectiva. ¿Cómo conseguir una cooperación a nivel global?

Sin embargo, la coherencia con su filosofía se materializa en su fundación Soros que trabaja en la apertura de las sociedades cerradas, y en hacer más viables las sociedades abiertas. Ya que entiende que es desde el “sector no mercado” donde existen soluciones a la viabilidad de las sociedades abiertas. Su vertiente filantrópica, es en realidad el reflejo de esta supuesta dualidad del ser humano, mientras tanto, su acción en el mercado, sin escrúpulos puede mantenerse a la vez que, desde mi punto de vista, mantener su conciencia tranquila y garantizar la supervivencia de la economía de mercado.

A pesar de que los planteamientos de Soros puedan parecer pesimistas por rechazar la imperfección y la incapacidad de llegar a una verdad última, la creencia de que esto es posible constituye para Soros la insatisfacción humana. Por el contrario, aceptar la imperfección de toda construcción ofrece la oportunidad de mejorar, combatiendo el inmovilismo institucional, y promoviendo un espíritu renovador y creativo en toda creación humana, se calma la ansiedad que causa el error, porque es la localización del error la que ofrece la oportunidad de mejora.

Aunque es pesimista con la capacidad de las Ciencias Sociales en su capacidad de predicción, por el carácter reflexivo de su objeto de estudio, el autor ve en la aceptación de estas limitaciones el camino para entender de forma más adecuada los fenómenos sociales, a la vez que mantener una actitud crítica y creativa para la mejora continua de la sociedad.


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